PREPÁRESE PARA SERVIR AL SEÑOR

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miércoles, 20 de junio de 2007

CAPÍTULO 4: LEYES QUE RIGEN LA UNIDAD DE LA IGLESIA


Ley de la diversidad en la unidad (vv. 4-13).
La revelación de esta ley está expresada por el apóstol Pablo en el v. 12: “De hecho, aunque el cuerpo es uno solo, tiene muchos miembros, y todos los miembros, no obstante ser muchos forman un solo cuerpo. Así sucede con Cristo”. Como Jesús en su oración intercesora (Juan 17:21-23), Pablo determina el establecimiento de la pluralidad en la unidad del Cuerpo de Jesucristo sobre las bases de la unidad de la Deidad. En 1 Cor. 12:1-6 se encuentran tres expresiones que nos dan la clave:

v. 4. “Hay diversidad de dones, pero EL ESPÍRITU ES EL MISMO”.
v. 5. “Hay diversidad de ministerios, pero EL SEÑOR ES EL MISMO”
v. 6. “Hay diversidad de operaciones, PERO DIOS ES EL MISMO”.

La pluralidad es opuesta al absolutismo, pero también es opuesta al diversionismo. El obsolutismo y el diversionismo son los polos opuestos o posiciones extremas de la unidad espiritual. Ambos son extremadamente dañinos.

En la posición del absolutismo religioso, el que dirige se convierte en un “señor de la grey”, sin limitaciones de autoridad, ni reconocimiento hacia otras autoridades. Absolutamente todo está subordinado a él y, por lo tanto, todo aquél que intente ejercer cualquier tipo de autoridad es excluido y marginado. A tal extremo llega en esa postura, que trasciende el marco de “su” iglesia y se proyecta hacia otras iglesias: no reconoce la autoridad pastoral de otras Iglesias Locales. Margina y se margina, porque su posición absoluta excluye toda relación. Se mantiene así en una actitud independiente. Aunque lo niegue, su proceder no nace de un celo santo y divino, sino de un falso celo o celo sin ciencia que lo impele a adoptar una posición autocrática, autónoma, autoritaria, dictatorial y totalitaria. Él mismo se sectoriza y secciona, y sectoriza y secciona a un grupo determinado, en el que se produce, más tarde o más temprano la muerte espiritual, porque “separada del tronco la “rama” se secará y quemará”. Todo es cuestión de tiempo. Un ejemplo propio de esta actitud se encuentra en 3 Juan v. 9 y 10, con el caso de Diótrefes del cual trataremos mas adelante.

Por otra parte, el diversionista confunde el concepto de diversidad, - dentro de la cual la variedad no pierde la esencia de su naturaleza común a pesar de las diferencias de formas. En la actitud diversionista, las formas toman el lugar de la esencia; por lo tanto pone énfasis en el aspecto visible y la diferencia externa, factores que tienden a opacar o anular la naturaleza interna y común de los diferentes grupos. La diferencia se constituye en una piedra de tropiezo, porque toman como patrón de unidad su propio formato: las formas asumidas por ellos mismos. Lo que no se acomode a esos patrones es rechazado. Por lo tanto, el diversionista, aunque cree en la diferencia se aísla, porque lo QUE NO SE PARECE A ÉL, NO TIENE LA POSICIÓN CORRECTA. Tiende, pues, de igual forma que el absolutista a aislarse del grupo, viviendo “su propia vida” (fugaz y pasajera) y perdiendo así la bendición de la comunión. Un ejemplo de esta actitud la tenemos dentro de los corintios, 1 C or. 1:11-13.

Tampoco es FUSIÓN. En la fusión se despersonalizan las parte. Éstas pierden su identidad. El todo se convierte en una masa informe donde se confunden los elementos, donde se pierde la sustancia, donde falta el orden. Las fronteras se borran, donde todo el mundo es y nadie es. La idea de la fusión denominacional, que algunos sectores fomentan, altera el sentido y espíritu de la verdadera unidad espiritual. Es una utopía. Dios ha forjado la unidad espiritual de tal forma que es imposible la fusión disolvente. Dios tenía, en el A. T. Un solo pueblo, pero doce tribus. Cada tribu con sus nombres identificativos , sus características especiales y una idiosincrasia particular. Fue Dios el que distribuyó las tribus, el que las delimitó colocando fronteras. A Dios no le interesaba amalgamar, ni fusionar tendiendo a la pérdida de la identidad tribal. La unidad de ellos no consistía en la renuncia de sus fronteras, ni en la adopción costumbrista de otras tribus, Cada una de ellas eran lo que eran y cada una jugaba un papel importante dentro de los planes de Dios. Las unidad nacional estribaba sobre el reconocimiento de “un solo Señor, (Jehová, ) una sola fe, (La Ley), de un solo sistema de adoración y un propósito común: Ser luz a las naciones paganos en medio de las cuales ellos vivían..... Esto era lo que unía a las diferentes tribus para que fueran un pueblo. “Porque tu eres pueblo santo para Jehová tu Dios; Jehová tu Dios te ha escogido para serle un pueblo especial, mas que todos los pueblo que están sobre la tierra.” (Deut. 7:6 comp. Con Éxo. 19:6)

Estos fundamentos antiguotestamentarios se proyectan hacia la Iglesia. Estas mismas palabras son aplicada por Pedro y Jesús a la Iglesia (1 Pedro 2:4-10; Apoc. 1:6). Cuando Jesucristo se revela a Juan en la isla de Patmos, elige un grupo de iglesias locales del Asia Menor, como representativas de la Iglesia histórica y universa Ver Apocalipsis 2 y 3)Observemos:

1o. Las menciona a cada una independientemente (: “Escribe al ángel de la iglesia en Éfeso”.
2o. Las ubica físicamente: “En Efeso”.
3o. Reconoce la individualidad de cada una: “Escribe al ángel DE LA IGLESIA”.
4o. Reconoce problemas individuales, puntuales de cada una.
5o. Pero reconoce la pluralidad objetiva y física de la Iglesia: “El que tiene oídos oiga lo que el Espíritu dice A LAS IGLESIAS. Se aplican los mismos principios que a Israel. LA IGLESIA-LAS IGLESIAS.

Su unidad se basa sobre el hecho de que Jesús “anda en medio de los siete candeleros de oro”. Las une “un Cuerpo, un Espíritu, una esperanza, un Señor, una fe, un bautismo, un Dios” Efe. 4:4-6, todo ello para un fin común: “Anunciar las virtudes de Aquél que nos llamó de las tinieblas a su luz admirable”. (1 Pedro 2:4-10)

El ecumenismo pretende infructuosamente lograr lo anterior. Pero la unidad espiritual tampoco es Ecumenismo: es Palabra de Dios. El Ecumenismo es una caricatura humana de la Unidad del Espíritu, impulsada por un espíritu humanista con un concepto errado de lo que es UNIDAD. Es un intento de amalgamar los miembros con “prótesis” que no tienen nada que ver con la naturaleza espiritual de la Iglesia. Es el intento de mezclar el aceite y el vinagre: por muy fuertemente que se agite la mezcla solo se produce una aparente unión, después de un tiempo determinado, los elementos se separan y marcan su diferencia. La Biblia no habla de unidad como una fusión de “Israel” con “filisteos”, “asirios” y “babilonios”, sino de la unidad de “Judá” con “Benjamín”, “Manasés”, “Rubén”, etc.

Esta verdad (la ley de la diversidad en la unidad) es difícil de asimilar, pero aunque no la entendamos, aún más, aunque la rechacemos, ella no va a alterar en nada su naturaleza benefactora para aquellos que la aceptan. El rechazo a ella tampoco va a decidir o variar la voluntad de Dios. Esta ley es lúcida y transparente en la Biblia y su vigencia y efectividad son eternas. Esta verdad está enseñada en la Palabra, desde el Génesis hasta el Apocalipsis, de tal forma que, aunque algunos no la tengan en cuenta, ella no va a ser alterada en nada. Pero si creemos en la unidad del Cuerpo tenemos que sentirla y promoverla en la forma bíblica. Si no hay este sentir en ti, esta actitud es evidencia que NO ERES DEL CUERPO TODAVÍA, porque a todos los miembros del Cuerpo les caracteriza un mismo sentir porque es el sentir de Cristo, y este sentir tiene en cuenta a los demás en busca del bienestar de todos.

Esto no tiene nada que ver con organizaciones ni denominaciones, no tiene nada que ver con títulos ni nombres, esto tiene que ver CON EL CUERPO DE CRISTO. Esto no tiene nada que ver con conceptos personales, ni actitudes prejuiciosas, esto tiene que ver con la naturaleza divina de la unidad y con UN MANDAMIENTO de obediencia insoslayable e impostergable; por lo tanto obedecemos, o nos convertimos en anarquistas y rebeldes.

Ley de la dependencia (vv. 14-21).La unidad de todos los miembros, implica una realidad: la necesidad que tenemos los unos de los otros. Las manos necesitan ser alimentadas a través de la boca, pero a la vez si ellas no llevan el alimento a la boca, todos desfallecen. A las manos no les queda otra alternativa que hacer su tarea: es la única forma de recibir los beneficios del trabajo de la boca.

Esta ley se aplica a todos y cada uno de los miembros del Cuerpo a la vez que impide que nos creamos todo suficientes. Con la actitud de independencia e independentistas, los primeros perjudicados seríamos nosotros mismos porque esto nos induciría a despreciar el regalo que Dios nos hace, al poner a nuestra disposición el servicio de los demás ministerios. En esta ley se contempla también un axioma espiritual: “El ojo no puede decir a mano: no te necesito” (v. 21).

Sin embargo es necesario tener cuidado con los extremismos en la aplicación de esta ley. El primero de ellos es el extremismo “dependentista”, que puede manifestarse en lo que pudiéramos llamar cristianos y aún iglesias “en calidad de dependencia” espiritual. Permanecen “bebés” toda una vida, no hay crecimiento ni madurez. Son como a las criaturas que hay que hacérselo todo porque no son capaces de valérselas por sí mismos. Esto no descarta, por supuesto, el fenómeno del cual la Biblia nos habla: que dentro de las congregaciones habrá niños espirituales a los cuales hay que sobrellevar, y que son permitidos por Dios para pulir nuestro carácter en paciencia y amor. El “dependentismo” espiritual se presenta cuando el número de “bebés” espirituales, a nivel miembros de congregación, o a nivel congregaciones en sí, crece desmedidamente.

Otro extremo o peligro de la mala aplicación de esta ley es la posibilidad de que algún líder o iglesia, movidos por un espíritu paternalista, asuma un papel de “completo en sí mismo”. ¿Cómo se manifiesta esta problemática? La persona o congregación que adopta tal postura se levanta como único previsor y solucionador de los problemas, como sustentador permanente de los de espíritu pueril, que nunca tienen la posibilidad de crecer. Tal conducta imprime en los otros un complejo de insuficiencia y dependencia paternal permanente, creyendo que esa es la condición normal dentro del cuerpo.

En la ley de la dependencia todos están en el mismo nivel y con la misma capacidad para dar y recibir, pero todo debe producir CRECIMIENTO Y MADUREZ. (Efe. 4:16).Como ley, la ley de la dependencia necesita de nuestra obediencia, de lo contrario nos convertimos en anarquistas y rebeldes.


La ley de la compensación (vv. 22-27).
“Así Dios ha dispuesto los miembros de nuestro cuerpo, dando mayor honra a los que menos tenían” v. 24

La pregunta que surge aquí es: ¿Qué medios usa Dios para suplir a los otros miembros lo que a ellos les falta? El v. 25 nos da la respuesta: “a fin de que no haya división en el cuerpo , SINO QUE sus miembros SE PREOCUPEN POR IGUAL UNOS POR OTROS”. Hermano, líder, , Dios te ordena que te preocupes por el hermano al que le falta lo que tu posees, para que le ministres de acuerdo con la capacidad que Dios te ha dado (1 Ped. 4:10). Iglesia Local, (y por qué no: DENOMINACIÓN) que tienes en tu seno una capacidad ministerial amplia, Dios te ordena: preocúpate por las congregaciones pequeñas; ayúdales a edificarse AUNQUE NO LLEVEN TU MISMO RÓTULO. Tú solo no eres todo el Cuerpo. Comparte con aquellas a las cuales le falta lo que tú tienes. Ellas son también miembros del Cuerpo de Cristo. Comparte con ellas la honra que Dios te he dado. Interésate por ellas y la descompensación terminará.

Por otra parte, tú que necesitas ayuda, pide ayuda y déjate ayudar. Revístete de humildad y reconoce tus limitaciones. No te quejes si nadie te visita, si nadie te tiene en cuenta, si te pasan por alto. Usa los ministerios que están a la mano. Que tu orgullo no impida a las manos extendidas mostrar su generosidad. Dios quiere darte, abre tu corazón para recibir.

En la ley de la compensación, el amor se libera, la bondad se hace una realidad, la generosidad toma un lugar predominante. El amor de Cristo irradia así a través de la Iglesia, a la cual ha colocado como la luz del mundo y como Su testimonio para que el mundo crea.

Como precaución, se debe evitar el abuso en el uso de la ayuda. Cuando la Iglesia ayudada o el creyente ayudado está en capacidad de caminar de por sí, es bueno cortar “el cordón umbilical” y colocarse en calidad de ayudador para hacer crecer a otros. Para crecer, hay que ayudar a crecer.

Como esto es un mandamiento, si no obedecemos, nos convertiremos en anarquistas y rebeldes.

La ley de la ministración (vv. 28-31).
Esta idea de Pablo, es compartida con Pedro cuando nos dice: “Cada uno, ponga al servicio de los demás el don que haya recibido, administrando fielmente la gracia de Dios en sus diversas formas” (1 Pedro 4:10). ¿Para qué Dios nos ha colocado dentro del Cuerpo? La respuesta no se demora: “Para administrar a otros la gracia de Dios en sus formas múltiples de obrar” . Los dones y ministerios no son para hacer alarde de ellos. Tampoco para humillar a nadie, ni para aparentar que somos mejores. La ministración de los dones debe ser ejercida con toda humildad, teniendo en cuenta que “nada tenemos que no hayamos recibido, y si lo recibimos ¿de qué gloriarnos?” (1 Cor. 4:7).

En la ley de la ministración, cuanto más damos, mas recibimos de Dios. Él aumenta nuestra capacidad y potencial ministerial. No temamos, ni tengamos en poco el ministrar lo que hemos recibido a aquellos que lo necesitan, a los que son más humildes, pues ellos son también partes de este gran Cuerpo. Ellos también, de alguna forma, nos ministran y complementan de acuerdo con la ley de la compensación.

Pero para esto también hay que revestirse de humildad: reconocer que aunque tenemos mucho y somos grandes, todavía necesitamos del más chico y del que menos tiene. Lo poquito que tiene el chico es lo que falta al grande que tiene mucho. Sin esto poquito no estás completo. ¡Deja que los de abajo te ministren también; aunque no lo creas, ellos también tienen algo que ofrecerte!. Recuerda que las grandes multitudes llegan a necesitar de los panecillos de un solo chico.

“ÉL MISMO CONSTITUYÓ a unos apóstoles, a otros profetas, a otros evangelistas, y a otros pastores y maestros, A fin de capacitar al pueblo de Dios para la obra del servicio, para edificar el cuerpo de Cristo”. (Efe. 4:11-12)

Esta ley, como ley, es un mandamiento para ser obedecido: u obedecemos, o nos convertimos en anarquistas y rebeldes dentro del Cuerpo, y para los rebeldes está destinado el rechazo de Dios.

Actitudes positivas y negativas.Por regla general, cuando Dios va a hacer algo a favor del hombre, lo hace en cooperación con éste. Él lo incorpora a Su obra para llevar a efecto Sus planes a favor del mundo y de la Iglesia. Como Iglesia de Jesucristo, somos nosotros los llamados a contribuir con Dios para fomentar el máximo ideal de Dios para con Su Iglesia: su unidad y armonía, asumiendo una actitud madura ante cada circunstancia para poder cooperar con Dios a la concreción de sus propósitos. Sin embargo, podemos asumir una actitud incorrecta que perjudique a esos planes. Analicemos, pues, lo que Pablo nos expone en 1 Corintios 12.

Actitudes negativas:
Indiferencia. (“No soy del cuerpo...” 1 Cor. 12:15).

La indiferencia se produce por dos razones:

Primero: la ignorancia del papel que se juega dentro del Cuerpo de Cristo, que hace que el miembro asuma una postura impasible ante sus responsabilidades y a veces las rechace. Para sacar de la ignorancia está la enseñanza. Casi siempre, en estos casos, cuando la persona se da cuenta de que es algo y tiene algo para dar, comienza a actuar.

Segundo: la amargura, la falta del reconocimiento al trabajo personal, los problemas internos de la Iglesia, la falta de incentivo humano, los roces, los resquemores, llegan a producir una profunda incisión en el corazón, volviendo a la persona indiferente e irresponsable. Ella misma se aísla, se convierte en criticona. El resultado es que, a la larga se produce un daño tanto en ella como en la obra de Dios. Estas situaciones pueden ser previstas por medio de la enseñanza que permite la maduración de los miembros del Cuerpo, en todos los sentidos; pero cuando la persona ha caído en la triste condición de amargura, es necesario sanidad para su alma. Solo Jesucristo es capaz de transformarla cuando ésta, sinceramente, se vuelve a Él.

Imprescindibilidad (“Ser todo el cuerpo...” 1 Cor. 12:17).

Cuando algún miembro del Cuerpo se cree imprescindible, llega a pensar que solo él es capaz de hacer todo el trabajo. Si otro lo hace, no queda bien, su intervención es absolutamente necesaria. No hay otra persona capacitada como él.

Esta actitud es nociva: limita e interfiere en el desarrollo a otros ministerios e impide que surjan nuevos. Surge también como producto de dos factores:

Primero: Como siempre, la ignorancia, que es la madre de muchos males. En este caso, sin embargo, el pastor tiene que tener cuidado de no mal interpretar a esta clase de personas, pues no siempre los mueve un espíritu malo, sino un celo sin ciencia, la inmadurez y el mejor deseo de ser útiles. Después de detectar el móvil, el Pastor con sabiduría, enseñará y canalizará todas las energías, ímpetus y capacidades para el máximo aprovechamiento del potencial que hay en estas personas.

Segundo: un espíritu de liderazgo nato en la persona. El Pastor, con paciencia, enseñará, preparará, capacitará y encaminará a estos miembros. A los líderes que surgen dentro de la Iglesia Local hay que definirles el trabajo a realizar. A veces hay que encaminarlos para que desarrollen sus ministerios en campos más amplios. Si los retenemos, en vez de ser de bendición, traerán problemas y les haremos daño a ellos también.

Autosuficiencia (“No te necesito...” 1 Cor. 12:21).Esta actitud entra sutilmente en el corazón. Es producida por un espíritu de autodependencia y menosprecio de las capacidades de otros. Hay una diferencia entre la actitud anterior a ésta. Mientras que la primera mueve a la persona a hacer demasiado (lo de ella y lo de otros), en la segunda, la persona tiende a ser egoísta, pues no solamente desprecia la ayuda que los otros le proporcionan porque la creen innecesaria, sino que sobreestima la labor que él mismos hace, pensando que lo propio es lo mejor. Estos son ministerios desviados sin conciencia de la naturaleza del funcionamiento de los dones y capacidades que Dios da para edificación del Cuerpo. Desconocen el por qué y el para qué de su trabajo en la Iglesia.

El Pastor debe enseñar, tener paciencia pero si no hay rectificación, es mejor obviarlos y utilizar a personas más humildes y bien ubicadas.

Equilibrio de actitudes.En Romanos 12:3, Pablo escribe: “Por la gracia que se me ha dado les digo a todos ustedes: nadie tenga un concepto de sí más alto, sino mas bien piense de sí mismo con moderación según la medida de fe que Dios le haya dado”. La verdadera humildad no es rebajarse ni subestimarse a sí mismo. Pablo nos muestra la verdadera actitud que debemos tener: una actitud equilibrada. Una falsa humildad nos anula y limita.

El orgullo, por otra parte, causa la ruina propia y la de otros. Ahora bien, el reconocimiento real de lo que uno es dentro del Cuerpo de Cristo nos ayuda a desempeñar a cabalidad el ministerio que Dios nos ha dado. Así podemos emplear el potencial y la capacidad recibida de parte de Dios, de una forma correcta, siendo edificada la Iglesia y quedando feliz y satisfecho uno mismo.

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Luz y Verdad es un ministerio transdenominacional de enseñanza bíblica y teológica, dirigido particularmente a las iglesias locales, con el objetivo de edificar a sus miembros y preparar a sus líderes.

El ministerio fue fundado a fines de la década del 90, por el pastor y misionero cubano Luis Enrique Llanes Serantes, misionero de las Asambleas de Dios de Cuba y ministro de la Unión de las Asambleas de Dios en Argentina. Durante largos años, el pastor Llanes llevó las conferencias y seminarios Luz y Verdad a decenas de iglesias, en Argentina, particularmente en la región patagónica. Su partida a la presencia del Señor, el 7 de marzo de 2015, no ha sido impedimento para que el ministerio continúe en la actualidad, de manera más amplia, por el trabajo de sus hijos, que son los continuadores de esta obra,

Además de las conferencias, talleres y seminarios, el Ministerio Internacional Luz y Verdad cuenta con un sistema de estudios bíblicos, teológicos y ministeriales, que incluye: el Plan Alfa de Discipulado Básico, y el Instituto de Formación Ministerial Integral "Luz y Verdad", que cuenta con niveles ministerial: Básico, Intermedio y Avanzado, y con un programa de Bachillerato en tres niveles, y el curso Alfa para nuevos convertidos. Los materiales de estudio usados.

Luz y Verdad cuenta además con presencia en Internet, a través de una red de blogs, en los que aparecen escritos y recursos de edificación para los creyentes en general, y los líderes cristianos en particular.

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